Muchas veces, buscamos la validación en otros. Aceptamos aspectos de individuos que son inaceptables.
Tomamos más de lo que debemos permitirnos tomar y seguimos niveles tóxicos en las relaciones que no debemos seguir.
Buscamos maneras de arreglar a alguien, con la esperanza de que sean como la imagen que hemos imaginado todo el tiempo. Aceptamos sus disculpas y sus promesas, nunca más nos lastimaremos, les perdonamos, lloramos un poco, pero aún así les perdonamos.
Hemos pintado la fantasía en nuestras cabezas de que un día, “lo conseguirán”, que nos despertaremos un día y que nos amarán y cuidarán de la manera que merecemos, de la manera en que nosotros queremos.
Rompemos y volvemos a estar juntos. Pasamos más tiempo pensando, que construyendo… Los perdonamos, los defendemos y lastimamos a otros para protegerlos, seguimos volviendo a esa imagen en nuestras cabezas, esa imagen que tan perfectamente esculpimos en nuestras mentes.
Buscamos a otros para validarnos, para hacernos sentir algo, ya sea para que otra persona llene un vacío o simplemente sea un relleno de cama, nos fallamos cuando elegimos permitir que otros nos validen, nos completen, ser nuestro mundo, ser nuestro universo. Cuando se van, te dejan vacía, preguntándote qué fue lo que salió mal, lo que podríamos haber guardado para nosotros mismos para mantenerlos alrededor.
Si lo admitimos o no a nosotros mismos, es que creemos que somos dignos de eso, eso es lo que creemos que merecemos… en el fondo de nuestra alma, sabemos que estamos cansados, que ya hemos tenido suficiente.
Pero creemos que somos incapaces de seguir adelante porque creemos que nada mejor está fuera de ese consuelo, nos quedamos, nos conformamos.
Si te conformas, se asentarán contigo. No tienen ninguna razón para dejarte ir, tú les das una sensación de autoestima, les das prisa, pero no la que recibiste cuando estabas enamorada.
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